viernes, 13 de febrero de 2009

Favela Gavia Aída, La creación del Partido Nacional Revolucionario y su
consolidación en 1929, México, FCPyS-UNAM, 1984, 102h. (Tesis de
licenciatura).

De la muerte de Obregón a la Convención de Querétaro” (p.11-20)
“Con la muerte de Obregón en julio de 128, las fuerzas revolucionarias sufrieron un desajuste que acabó con la alianza hegemónica de los diversos grupos que se imponían bajo la bandera reeleccionista de Obregón. De los dos grandes bandos que existían dentro de la coalición revolucionaria, obregonistas y callistas, los primeros que en breve tiempo iban a asumir el poder, se vieron acéfalos y sin posibilidad de lograr su ambición. Pero si bien ya no tenían esa oportunidad, si contaban con la suficiente fuerza para impedir que Calles y su grupo se mantuvieran en el poder sin compartirlo con ellos.
En esos momentos como resultado de la pugna Obregón-Calles por lograr la hegemonía, la Cámara de Diputados estaba dominada por los obregonistas, mismos que antes habían peleado y logrado la modificación de los artículos constitucionales 82 y 83 para permitir la reelección de Obregón.
Como resultado de la muerte del presidente electo, ciento ochenta diputados formaron el bloque obregonista y frente a su mascarilla mortuoria, protestaron realizar la obra que aquél tenía el propósito de llevar a cabo. Los mismos legisladores eligieron como líder de la mayoría parlamentaria a Ricardo Topete, diputado por uno de los distritos de Sonora.
Los obregonistas no estaban sólo descontentos, sino que muchos de ellos acusaron a Calles por la muerte de Obregón; entre los más recalcitrantes se encontraban Aurelio Manrique y Ricardo Topete, quienes en el sepelio de Obregón en Sonora hicieron acusaciones contra Calles y Morones. Algunos grupos de campesinos y trabajadores que habían apoyado la candidatura de Obregón manifestaron su creencia de que Morones y el Partido Laborista tenían que ver con la muerte de Obregón. Expusieron que algunos laboristas, además de oponerse a Obregón habían afirmado que éste no llegaría a asumir de nuevo la presidencia. Los laboristas rechazaron las acusaciones y quienes tenían cargos públicos presentaron su renuncia. Morones renunció a la Secretaría de Industria, Comercio y Trabajo; Celestino Gasca a la Dirección de los Establecimientos Fabriles Militares y Eduardo Moneda a la Dirección de los Talleres Gráficos de la Nación. Calles no aceptó las renuncias y dijo que defendería a sus amigos contra acusaciones injustas, pero después de entrevistarse con Portes Gil, Luis L. León y Marte R. Gómez las aceptó.
En contraste se observó la actitud de Emilio Portes Gil, gobernador de Tamaulipas , que siendo adversario de Morones y de la CROM y firme partidario de Obregón, no asumió una actitud rebelde contra Calles, sino que le ofreció sugerencias para resolver la situación. Otros obregonistas que siguieron esa línea de conducta fueron Aarón Sáenz, Marte R. Gómez y Luis L. León, posteriormente el último volvió a la Secretaría de Agricultura en agosto, Emilio Portes Gil fue designado Secretario de Gobernación.
Un Hecho que favoreció al presidente saliente, fue la actitud de Aarón Sáenz, quien regía el Centro Director Obregonista, pidiendo a sus miembros que observaran prudencia y serenidad. Sáenz condenó el atentado contra Obregón pero resaltó la integridad de Calles y la “pureza de sus principios” y dijo que esperaba que los autores intelectuales del crimen fueran descubiertos.
El 3 de agosto de 1928 se realizó una junta, tres días después de la cual Aarón Sáenz declaró que el Centro Director se disolvía por resolución unánime pues había terminado su misión. Sáenz hizo votos por la unidad y llamaba a la serenidad de los revolucionarios . el cierre del Centro impidió que fuera aprovechado por los obregonistas radicales contra Calles.
En esta situación de desconcierto, muchos grupos aconsejaban que el periodo presidencial de Calles se extendiera dos años más, haciendo retroactiva la modificación a la Constitución que alargaba de cuatro a seis años la duración del mandato; (...). Los adeptos al presidente dijeron que más de cien grupos políticos apoyaban tal propuesta; los Topete, Aureliano Manrique y Antonio Díaz Soto y Gama le aconsejaron a Calles que no hiciera caso a quienes le recomendaban permanecer en el poder. Calles decidió retirarse de la presidencia el 30 de noviembre con lo que hizo gala de una gran habilidad política, pues además de no lastimar más el principio antireeleccionista de la Constitución no acentuó las diferencias con los obregonistas, retardando así un probable levantamiento armado.
El primero de septiembre afirmó que estaría al frente del Ejecutivo hasta que terminara su mandato y que no regresaría ni pasado un periodo presidencial; pidió al Congreso que, de acuerdo con la Constitución, designara un presidente provisional asegurando que su elección tendría el respaldo del ejército. Pidió también que señalara fecha para las elecciones con objeto que existiera un presidente debidamente electo. (...)
En su último informe Calles lamentó la ausencia de Obregón pero afirmó que ese hecho definía la situación política del país porque al carecer de un caudillo, se abría la posibilidad de que México dejara de depender de hombres fuertes, pasara a fincar su existencia en instituciones sólidas y a definir los conflictos entre los diversos grupos, no por medio de las armas, sino de leyes a las que todos quedaran sujetos para procurar garantizar la paz tan necesaria a país.
Después del último informe, Calles convocó a los generales a una reunión urgente del 5 de septiembre de 1928 donde les dijo que el ejército debía conservar la respetabilidad lograda, manteniendo la unidad; ante los dos problemas tratados en el informe, la designación de presidente constitucional, el ejército debía mantenerse, además de unido, al margen de a situación; ningún militar debía presentarse como candidato pues eso traería la división de la institución y de toda la familia revolucionaria. Los generales acordaron dejar e manos de Calles el orientar al Congreso encargado de designar al presidente provisional. Con esto Calles logró primero, mantener al margen del poder presidencial a los militares que eran quienes anteriormente se disputaban la presidencia y se avanzó en la definitiva pacificación del país; segundo, consiguió garantizar su influencia sobre el civil que los sucedería, al impedir que los caudillos militares más importantes tuviesen oportunidad de minar su poder como hombre fuerte. Sin embargo, las consecuencia más importante fue quizá la de hacer que el ejército como cuero institucional, se subordinara a su autoridad y actuara de ahí en adelante como guardián de la naciente vida institucional del país.
En la nueva legislatura que había entrado en funciones del 1 de septiembre de 1928 y que había sido electa junto con Obregón en julio, los obregonistas contaban con ventaja numérico sobre los callistas; tenían un núcleo encabezado por el presidente de la Cámara, diputado Topete, que era contrario a Calles y los que tenían una actitud pasiva o aún aceptaban tutela del todavía presidente el funciones, conscientes de que a la muerte de Obregón carecían de un líder auténtico.
El 5 de septiembre tuvo lugar una reunión de políticos resueltos a trabajar en contra de la facción de Topete. A Marte R. Gómez se le asignó la responsabilidad de terminar con el poder de Topete en el Congreso. El 17 del mismo mes los diputados del bloque obregonista ya dividido, eligieron a Miguel Yánez como jefe, en lugar de aquel y manifestaron que en adelante, para democratizar la dirección del bloque, se elegiría a un nuevo director cada mes. Esto evitó a los callistas la necesidad de crear un bloque legislativo. Sólo les restaba desplazar a Topete de la jefatura del Congreso.
El lanzamiento de propuestas de candidatos para ocupar el cargo de presidente provisional, tenía como antecedente la declaración de Calles de quien lo sucediera el 30 de noviembre, debía ser alguien que no fuera miliar en servicio activo. En este marco, las personalidades más fuertes eran los gobernadores de Tamaulipas, Emilio Portes Gil y el de Coahuila, Manuel Pérez Treviño. (...) El 19 de septiembre en una reunión de Calles con representantes de senadores y diputados federales, se acordó respaldar a Portes Gil, que tenía antecedentes obregonistas pero que estaba del lado de Calles en su intento por reanudar la vida institucional de México. (...) El 2 de diciembre de 1928, siendo ya Portes Gil presidente y conforme al último informe de Calles, apareció un manifiesto que afirmaba que la ausencia de Obregón obligaba a resolver los problemas políticos con nuevos métodos y que dentro del régimen constitucional, estos medios no podían ser otros que la organización y el funcionamiento de los partidos políticos de principios definidos y vida permanente. Informaba que los suscritos, se habían reunido con el fin de impulsar la formación del Partido Nacional Revolucionario. (...). La convocatoria a la Convención Constitutiva del Partido Nacional Revolucionario apareció el 5 de enero de 1929; en ella se definió al partido como vigilante del orden legal surgido de la Revolución e identifica a ésta última con el partido cuando expresa que la Revolución se constituye en Partido Nacional; se plantea como un pacto de honor que unifica por encima de tendencias e intereses particulares cuya existencia garantiza. Esto marca al partido con una carencia de principios propios, acogiéndose sólo a los postulados plasmados en la Constitución; expresa que el partido tendrá como finalidad impedir que la Revolución se disuelva entre facciones hostiles que lleven al país a la anarquía, lo que refleja que la agrupación tuvo su origen en la necesidad de resolver un problema concreto pero recurrente; la sucesión presidencial y tiene como característica principal el pragmatismo.
El Comité Organizador pretendía que de ahí en adelante este asunto dejara de ser motivo de guerras internas que desangraban a la República, eligiendo y seleccionando a los jefes del poder público de entre los miembros del mismo partido.

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BIENVENID@S

Hola!
Que gusto que estés aquí.
Trabajemos en conjunto.

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Esta es una actividad para desarrollarse a lo largo de una semana.
revisa la lista de museos que se te presentan a continuación y elige uno para que visites. Al final de la lista vienen las instrucciones.
MUSEOS:
1.- Casa-Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo
Diego Rivera y Altavista. Col San Ángel Inn. Del. Álvaro Obregón
5555-0518, 5616-0996.

2.- Museo de Arte contemporáneo Alvar y Carmen Tejero de Carrillo Gil.
Av Revolución 1608 esq. Altavista. Col. San Ángel. Del. Álvaro Obregón
5550-3983, 5550-1254.

3.- Museo de Arte Moderno Internacional Rufino Tamayo
Paseo de la Reforma y Gandhi, Bosque de Chapultepec. Del. Miguel Hidalgo
5286-6599, 5286-3572, ext. 231 y 238.

4.- Museo de Arte Moderno
Paseo de la Reforma y Gandhi, Bosque de Chapultepec, Del. Miguel Hidalgo
5553-6233, 5211-8729.

5.- Museo del Palacio de Bellas Arte
Av Juárez y Eje Central, Col. Centro, Del. Cuauhtemoc.
5221- 9251, 5512-1410, ext. 256.

6.- Museo Mural Diego Rivera
Balderas y Colón, Col. Centro, Del. Cuauhtemoc.
5512-0754, 5510-2329-

7.- Museo Nacional de Arte
Tacuba 8, Col. Centro, Del. Cuauhtemoc
5512-0614, 5512-3224, 5512-1684.

8.- Sala de Arte Público Siqueiros
Tres Picos 29.Col. Polanco, Del. Miguel Hidalgo.
5531-3394, 5203-5888.

9.- Museo Universitario Contemporáneo de Arte.
Costado Sur de Rectoría, Ciudad Universitaria
5622-0400, 5622-0405 ext. 20272

10.- Museo Nacional de la Culturas Populares
Av. Hidalgo 289, Col. Del Carmen, Del. Coyoacán
5554-8357, 5554-4303

11.- Museo de El Carmen
Av. Revolución 4 y 6 esq. Av La Paz. Col San Ángel, Del. Álvaro Obregón
5550-4896, 5616-6622

12.- Museo Diego Rivera Anahuacalli
Calle del Museo 150, Col San Pablo Tepetlapa, Del. Coyoacán
5617-3797, 5652-0191.

13.- Museo Dolores Olmedo Patiño
Av México 5843. Del. Xochimilco
5555-1016 exts. 139 y 140

14.- Museo de la Revolución
Bajos del Monumento a al Revolución. Plaza de la Revolución. Del. Cuauhtemoc.

15.- Museo Casa de Carranza.

16.- Museo de la Estampa
Av. Hidalgo 39 Centro Histórico. Del Cuahtemoc.
5510-4905. 10 a 18 h.

17.-Museo Casa de León Trotsky.
Viena, Del. Coyoacán

18.-Salón de la Plástica Mexicana
Colima 196, Col Roma, Del Cuauhtemoc.
5511-6720. Horario 10-18 h.

19.-Antiguo Colegio de San Ildefonso.
Justo sierra 16 Centro Histórico, Del Cuauhtemoc
5702-6378. 5789-6845. Horario 10-18 h.

20.-Museo Nacional de San Carlos
Puente de Alvarado 50 Col. Tabacalera.
5592-3721. Horario 10-18 h.

21.- CENTRO DE LA IMAGEN
Plaza Ciudadela 2 Centro Histórico. Del. Cuauhtemoc
5709-1510. Horario 11-18 h.

La visita es por parejas, tu elige a la tuya , sólo visitarán uno, entregarás un reporte de tu visita.
El Trabajo consta de las siguientes secciones:
1.- Historia del inmueble. Nombre del Director(a).
2.- Descripción de las salas que lo componen.
3.- Descripción de la pieza elegida.
4.- Descripción de los Servicios al público.
5.- Comentarios personales del museo.
6.- Propuestas para mejorar el museo
7.- Bibliografía.

viernes, 6 de febrero de 2009

Entrevista Díaz-Creelman

Por José María Luján
La mayoría de los autores que escriben acerca de la última parte del porfirismo o de los inicios de la Revolución dan una extraordinaria importancia a la efervescencia política que provocó la entrevista Díaz-Creelman. Y en efecto, así fue.
Tan luego como el Pearson's Magazine publicó en su número correspondiente a marzo de 1908 el texto de la entrevista, ésta fue inmediatamente traducida y publicada por El Imparcial; los periódicos provincianos la reprodujeron en su totalidad y la prensa de otros países publicó los pasajes más importantes y los comentarios respectivos. Díaz era una personalidad que había brincado las fronteras.
El Partido Antirreeleccionista sufrió un colapso; si Díaz no se presentaba como candidato, el partido había perdido su razón de ser; "los Reyistas" consideraron que la retirada de Díaz era su mejor oportunidad y los "Científicos" pensaron que al fin su candidato, Limantour, sería presidente de la República.
Clubes políticos surgieron en todo el país. Hubo reuniones de carácter político en toda la provincia. Se hablaba de la renovación de los gobernadores; de quiénes tenían posibilidades de ser senadores en el futuro y de cuáles serían los diputados que colaborarían con el próximo presidente.
Los acreedores de México preguntaron desde sus oficinas en Nueva York, París o Londres, qué perspectivas políticas había para el futuro; y los abogados de las compañías extranjeras, remitieron a sus poderdantes largos pliegos con lucubraciones, generalmente líricas, acerca del futuro político de México.
Se comprendió entonces en toda su fuerza, la exactitud de la afirmación de Bulnes, cuando el 21 de junio de 1903, esto es, cinco años antes, había dicho: "La paz está en las calles, en los casinos, en los teatros, en los templos, en los caminos públicos, en los cuarteles, en las escuelas, en la diplomacia; pero no existe ya en las conciencias."
La inquietud política adormecida por 30 años de porfirismo, surgió nuevamente, con toda la explosiva potencia que había tenido antes de 1877.
¿Pero qué fue lo que dijo Díaz? A más de 50 años de distancia nos parece desproporcionada la agitación que sus palabras provocaron, lo que dijo textualmente, fue: "No importa lo que al respecto digan mis amigos y partidarios, me retiraré cuando termine el presente periodo y no volveré a gobernar otra vez. Para entonces tendré ya 80 años." ¡Cuántas veces antes había dicho Díaz las mismas palabras! ¡Cuántas veces antes, se había retirado!
Pero, en realidad lo que tenía mayor importancia en 1908, era que Díaz tendría 80 años. El régimen estaba carcomido, se caía, no de ineficacia, no de ineptitud, sino de falta de transformación, Díaz había cambiado el país; Díaz había hecho la paz; la paz de los sepulcros o la paz porfiriana; pero la paz, y en los 30 años de pacífico gobierno, habían surgido nuevos hombres, nuevas tendencias, nuevas ambiciones; un México nuevo en suma, distinto por completo al México de la Chinaca.
Las botas federicas habían dejado su lugar a los zapatos de corte francés, el vestido de charro había desaparecido para dar lugar a la levita cruzada; el bastón substituyó al sable, y sólo permanecía viva "la matona", reproducida en las caricaturas políticas.
Ya no era una hazaña de hombres rudos dedicarse al campo; los Bandidos de Río Frío, y los asaltantes de Salazar habían sido controlados por los rurales y los últimos indios bravos habían muerto en el Norte a manos del coronel Joaquín Terrazas. Pero Díaz, sus colaboradores y sus sistemas, eran los mismos.
Díaz, nada nuevo dijo a Creelman, pero el pueblo, el público, el país, tenían ganas de creerlo, y más que ganas, necesidad de creerlo. No había paz en las conciencias.
En vista de la importancia de la entrevista, el Instituto de Historia hace la presente publicación reproduciendo en forma facsimilar el original publicado por el Pearson's Magazine y a continuación la traducción hecha por Mario Julio del Campo, que esperamos sea de utilidad para quienes se interesan por la Historia.

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Por José María Luján

La mayoría de los autores que escriben acerca de la última parte del porfirismo o de los inicios de la Revolución dan una extraordinaria importancia a la efervescencia política que provocó la entrevista Díaz-Creelman. Y en efecto, así fue.

Tan luego como el Pearson's Magazine publicó en su número correspondiente a marzo de 1908 el texto de la entrevista, ésta fue inmediatamente traducida y publicada por El Imparcial; los periódicos provincianos la reprodujeron en su totalidad y la prensa de otros países publicó los pasajes más importantes y los comentarios respectivos. Díaz era una personalidad que había brincado las fronteras.

El Partido Antirreeleccionista sufrió un colapso; si Díaz no se presentaba como candidato, el partido había perdido su razón de ser; "los Reyistas" consideraron que la retirada de Díaz era su mejor oportunidad y los "Científicos" pensaron que al fin su candidato, Limantour, sería presidente de la República.

Clubes políticos surgieron en todo el país. Hubo reuniones de carácter político en toda la provincia. Se hablaba de la renovación de los gobernadores; de quiénes tenían posibilidades de ser senadores en el futuro y de cuáles serían los diputados que colaborarían con el próximo presidente.

Los acreedores de México preguntaron desde sus oficinas en Nueva York, París o Londres, qué perspectivas políticas había para el futuro; y los abogados de las compañías extranjeras, remitieron a sus poderdantes largos pliegos con lucubraciones, generalmente líricas, acerca del futuro político de México.

Se comprendió entonces en toda su fuerza, la exactitud de la afirmación de Bulnes, cuando el 21 de junio de 1903, esto es, cinco años antes, había dicho: "La paz está en las calles, en los casinos, en los teatros, en los templos, en los caminos públicos, en los cuarteles, en las escuelas, en la diplomacia; pero no existe ya en las conciencias."

La inquietud política adormecida por 30 años de porfirismo, surgió nuevamente, con toda la explosiva potencia que había tenido antes de 1877.

¿Pero qué fue lo que dijo Díaz? A más de 50 años de distancia nos parece desproporcionada la agitación que sus palabras provocaron, lo que dijo textualmente, fue: "No importa lo que al respecto digan mis amigos y partidarios, me retiraré cuando termine el presente periodo y no volveré a gobernar otra vez. Para entonces tendré ya 80 años." ¡Cuántas veces antes había dicho Díaz las mismas palabras! ¡Cuántas veces antes, se había retirado!

Pero, en realidad lo que tenía mayor importancia en 1908, era que Díaz tendría 80 años. El régimen estaba carcomido, se caía, no de ineficacia, no de ineptitud, sino de falta de transformación, Díaz había cambiado el país; Díaz había hecho la paz; la paz de los sepulcros o la paz porfiriana; pero la paz, y en los 30 años de pacífico gobierno, habían surgido nuevos hombres, nuevas tendencias, nuevas ambiciones; un México nuevo en suma, distinto por completo al México de la Chinaca.

Las botas federicas habían dejado su lugar a los zapatos de corte francés, el vestido de charro había desaparecido para dar lugar a la levita cruzada; el bastón substituyó al sable, y sólo permanecía viva "la matona", reproducida en las caricaturas políticas.

Ya no era una hazaña de hombres rudos dedicarse al campo; los Bandidos de Río Frío, y los asaltantes de Salazar habían sido controlados por los rurales y los últimos indios bravos habían muerto en el Norte a manos del coronel Joaquín Terrazas. Pero Díaz, sus colaboradores y sus sistemas, eran los mismos.

Díaz, nada nuevo dijo a Creelman, pero el pueblo, el público, el país, tenían ganas de creerlo, y más que ganas, necesidad de creerlo. No había paz en las conciencias.

En vista de la importancia de la entrevista, el Instituto de Historia hace la presente publicación reproduciendo en forma facsimilar el original publicado por el Pearson's Magazine y a continuación la traducción hecha por Mario Julio del Campo, que esperamos sea de utilidad para quienes se interesan por la Historia.

Por José María Luján

La mayoría de los autores que escriben acerca de la última parte del porfirismo o de los inicios de la Revolución dan una extraordinaria importancia a la efervescencia política que provocó la entrevista Díaz-Creelman. Y en efecto, así fue.

Tan luego como el Pearson's Magazine publicó en su número correspondiente a marzo de 1908 el texto de la entrevista, ésta fue inmediatamente traducida y publicada por El Imparcial; los periódicos provincianos la reprodujeron en su totalidad y la prensa de otros países publicó los pasajes más importantes y los comentarios respectivos. Díaz era una personalidad que había brincado las fronteras.

El Partido Antirreeleccionista sufrió un colapso; si Díaz no se presentaba como candidato, el partido había perdido su razón de ser; "los Reyistas" consideraron que la retirada de Díaz era su mejor oportunidad y los "Científicos" pensaron que al fin su candidato, Limantour, sería presidente de la República.

Clubes políticos surgieron en todo el país. Hubo reuniones de carácter político en toda la provincia. Se hablaba de la renovación de los gobernadores; de quiénes tenían posibilidades de ser senadores en el futuro y de cuáles serían los diputados que colaborarían con el próximo presidente.

Los acreedores de México preguntaron desde sus oficinas en Nueva York, París o Londres, qué perspectivas políticas había para el futuro; y los abogados de las compañías extranjeras, remitieron a sus poderdantes largos pliegos con lucubraciones, generalmente líricas, acerca del futuro político de México.

Se comprendió entonces en toda su fuerza, la exactitud de la afirmación de Bulnes, cuando el 21 de junio de 1903, esto es, cinco años antes, había dicho: "La paz está en las calles, en los casinos, en los teatros, en los templos, en los caminos públicos, en los cuarteles, en las escuelas, en la diplomacia; pero no existe ya en las conciencias."

La inquietud política adormecida por 30 años de porfirismo, surgió nuevamente, con toda la explosiva potencia que había tenido antes de 1877.

¿Pero qué fue lo que dijo Díaz? A más de 50 años de distancia nos parece desproporcionada la agitación que sus palabras provocaron, lo que dijo textualmente, fue: "No importa lo que al respecto digan mis amigos y partidarios, me retiraré cuando termine el presente periodo y no volveré a gobernar otra vez. Para entonces tendré ya 80 años." ¡Cuántas veces antes había dicho Díaz las mismas palabras! ¡Cuántas veces antes, se había retirado!

Pero, en realidad lo que tenía mayor importancia en 1908, era que Díaz tendría 80 años. El régimen estaba carcomido, se caía, no de ineficacia, no de ineptitud, sino de falta de transformación, Díaz había cambiado el país; Díaz había hecho la paz; la paz de los sepulcros o la paz porfiriana; pero la paz, y en los 30 años de pacífico gobierno, habían surgido nuevos hombres, nuevas tendencias, nuevas ambiciones; un México nuevo en suma, distinto por completo al México de la Chinaca.

Las botas federicas habían dejado su lugar a los zapatos de corte francés, el vestido de charro había desaparecido para dar lugar a la levita cruzada; el bastón substituyó al sable, y sólo permanecía viva "la matona", reproducida en las caricaturas políticas.

Ya no era una hazaña de hombres rudos dedicarse al campo; los Bandidos de Río Frío, y los asaltantes de Salazar habían sido controlados por los rurales y los últimos indios bravos habían muerto en el Norte a manos del coronel Joaquín Terrazas. Pero Díaz, sus colaboradores y sus sistemas, eran los mismos.

Díaz, nada nuevo dijo a Creelman, pero el pueblo, el público, el país, tenían ganas de creerlo, y más que ganas, necesidad de creerlo. No había paz en las conciencias.

En vista de la importancia de la entrevista, el Instituto de Historia hace la presente publicación reproduciendo en forma facsimilar el original publicado por el Pearson's Magazine y a continuación la traducción hecha por Mario Julio del Campo, que esperamos sea de utilidad para quienes se interesan por la Historia.

Por José María Luján

La mayoría de los autores que escriben acerca de la última parte del porfirismo o de los inicios de la Revolución dan una extraordinaria importancia a la efervescencia política que provocó la entrevista Díaz-Creelman. Y en efecto, así fue.

Tan luego como el Pearson's Magazine publicó en su número correspondiente a marzo de 1908 el texto de la entrevista, ésta fue inmediatamente traducida y publicada por El Imparcial; los periódicos provincianos la reprodujeron en su totalidad y la prensa de otros países publicó los pasajes más importantes y los comentarios respectivos. Díaz era una personalidad que había brincado las fronteras.

El Partido Antirreeleccionista sufrió un colapso; si Díaz no se presentaba como candidato, el partido había perdido su razón de ser; "los Reyistas" consideraron que la retirada de Díaz era su mejor oportunidad y los "Científicos" pensaron que al fin su candidato, Limantour, sería presidente de la República.

Clubes políticos surgieron en todo el país. Hubo reuniones de carácter político en toda la provincia. Se hablaba de la renovación de los gobernadores; de quiénes tenían posibilidades de ser senadores en el futuro y de cuáles serían los diputados que colaborarían con el próximo presidente.

Los acreedores de México preguntaron desde sus oficinas en Nueva York, París o Londres, qué perspectivas políticas había para el futuro; y los abogados de las compañías extranjeras, remitieron a sus poderdantes largos pliegos con lucubraciones, generalmente líricas, acerca del futuro político de México.

Se comprendió entonces en toda su fuerza, la exactitud de la afirmación de Bulnes, cuando el 21 de junio de 1903, esto es, cinco años antes, había dicho: "La paz está en las calles, en los casinos, en los teatros, en los templos, en los caminos públicos, en los cuarteles, en las escuelas, en la diplomacia; pero no existe ya en las conciencias."

La inquietud política adormecida por 30 años de porfirismo, surgió nuevamente, con toda la explosiva potencia que había tenido antes de 1877.

¿Pero qué fue lo que dijo Díaz? A más de 50 años de distancia nos parece desproporcionada la agitación que sus palabras provocaron, lo que dijo textualmente, fue: "No importa lo que al respecto digan mis amigos y partidarios, me retiraré cuando termine el presente periodo y no volveré a gobernar otra vez. Para entonces tendré ya 80 años." ¡Cuántas veces antes había dicho Díaz las mismas palabras! ¡Cuántas veces antes, se había retirado!

Pero, en realidad lo que tenía mayor importancia en 1908, era que Díaz tendría 80 años. El régimen estaba carcomido, se caía, no de ineficacia, no de ineptitud, sino de falta de transformación, Díaz había cambiado el país; Díaz había hecho la paz; la paz de los sepulcros o la paz porfiriana; pero la paz, y en los 30 años de pacífico gobierno, habían surgido nuevos hombres, nuevas tendencias, nuevas ambiciones; un México nuevo en suma, distinto por completo al México de la Chinaca.

Las botas federicas habían dejado su lugar a los zapatos de corte francés, el vestido de charro había desaparecido para dar lugar a la levita cruzada; el bastón substituyó al sable, y sólo permanecía viva "la matona", reproducida en las caricaturas políticas.

Ya no era una hazaña de hombres rudos dedicarse al campo; los Bandidos de Río Frío, y los asaltantes de Salazar habían sido controlados por los rurales y los últimos indios bravos habían muerto en el Norte a manos del coronel Joaquín Terrazas. Pero Díaz, sus colaboradores y sus sistemas, eran los mismos.

Díaz, nada nuevo dijo a Creelman, pero el pueblo, el público, el país, tenían ganas de creerlo, y más que ganas, necesidad de creerlo. No había paz en las conciencias.

En vista de la importancia de la entrevista, el Instituto de Historia hace la presente publicación reproduciendo en forma facsimilar el original publicado por el Pearson's Magazine y a continuación la traducción hecha por Mario Julio del Campo, que esperamos sea de utilidad para quienes se interesan por la Historia.